Tenía una vez un clavo
clavado en el corazón
y ya no recuerdo si era aquel clavo
de oro, de hierro o de amor.
Sólo sé de él que me hirió tan hondo,
que tanto me atormentó,
que día y noche sin cesar lloraba
cual lloró Magdalena en la Pasión.
"Señor que todo lo puedes
- le pedí una vez a Dios -,
dame valor para arrancar de un golpe
clavo de tal condición".
Diómelo Dios, lo arranqué;
... ¿quién lo dijera...? Hasta hoy
ya no sentí más tornentos
ni supe que era el dolor;
sólo supe que algo me faltaba
en donde el clavo faltó
y aún sentí, aún sentí nostalgia
de aquella pena... ¡buen Dios!
Este barro mortal que envuelve el alma
¿quién lo entenderá, Señor?..
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