jueves, 18 de febrero de 2010

Comienza la cacería

Tengo pensamientos fúnebres, cuando doblan las campanas en la madrugada, salgo a la calle cuando las siniestras brumas cubren la ciudad con su magia.

Preparo mi instrumental; lo pongo sobre el escritorio de mi despacho. Junto a al mesa de operaciones afilo mis herramientas de tortura, para deleitarme con la idea de la sangre fresca fluyendo por las venas de mi victima de esta noche, me excita solo pensarlo, me inspira el imaginarlo.

A continuación ordeno meticulosamente los utensilios para tenerlos al alcance de mi mano. Me acerco a la vitrina y cojo un frasco, CLOROFORMO pone en la etiqueta y lo guardo en mi maletín, junto con las gasas, el cuchillo y el relicario de mi última víctima, para que me de su energía vital. Cuando pienso en su imagen no puedo evitar recordar el sabor de su cálida sangre, fluyendo a borbotones por mi boca, a través de sus heridas abiertas ¡Qué dulce fue! Sentirla resbalar por mi garganta.

Por último, me pongo mi abrigo largo y negro como la noche, cubro mi cabeza con le sombrero de copa que me regaló mi madre antes de “morir”, cojo el maletín con mi mano izquierda y el bastón con la derecha y comienza la cacería.