miércoles, 12 de septiembre de 2007

El cuervo: Isabel Carrión


Brotaba pintura de entre sus dedos, pintura de color carmín, que resbalaba hasta caer al suelo y formar un charco de sangre, al lado de su victima.

“Él” le había visto, sabía que era culpable, tenía que huir cuanto antes, pero “Él” no se lo permitiría, al menos no sin castigo, siempre veía lo que hacía. Desde que esto empezó, siempre le perseguía, torturando su mente, cercenando su razón, solo había una solución: entregarse y aceptar el castigo, pero no podía, su instinto de cazador se lo impedía, necesitaba seguir matando. Pero a cada muerte sus ojos acusadores le atravesaban más y más el alma, por las noches veía sus alas cubiertas de plumas negras, cerniéndose sobre él, como heraldo de muerte. Cuanto más mataba, más tangible se hacía su presencia, al principio sólo era una sensación, una sustancia indefinida, pero con el tiempo se fue materializando, primero sus ojos acusadores, después sus amenazadoras alas, sus cortantes plumas negras y por último su pico desgarrador.

Aquella fue su última noche y esa víctima su perdición, el cuervo le alcanzó en su huida y empezó a picotearle, le sacó los ojos, le cortó la lengua, le arrancó la piel, le desgarró la carne, hasta llegar a su corazón, tal y como él había hecho con todas sus víctimas. Entonces supo lo que era sufrir todo lo que ellas habían sufrido, ese fue su eterno castigo, el dolor de todas ellas junto y a la vez.

2 comentarios:

Pedro dijo...

Buen relato, con un estilo clásico ¿Ves como querer es poder? Unas pocas palabras más y un cuento, otras pocas más y una novela :)

Me ha gustado y no s epuede decir nada mejor ;)

Isabel dijo...

Gracias, me alegra que te haya gustado me hace mucha ilusión, porque es uno de mis primeros relatos.